El niño viró la mirada hacia su abuelo, un hombre de edad avanzada, complexión delgada y abundante barba blanca, vestía su vieja pero elegante yukata que había pasado de generación en generación por los últimos 600 años, todos sabían de que se trataba, era parte de una antigua costumbre en la cual se preparaban para abandonar este mundo y reunirse con los héroes del Japón, tenían ese privilegio por la historia que su dinastía plasmó con rojos kanjis de sangre en la dorsal de su patria.
La ceremonia estaba a punto de comenzar, la familia completa estaba sentada sobre el tatami de impecable limpieza, todos rodeando al sabio hombre de canas impregnadas de cualquier cantidad de sentimientos. Era cuestión de tiempo para que el viejo empezara a hablar, sobre la tierra que le vio nacer después de que el sol partiera el horizonte, de la patria que respetó y amó durante toda su vida, del país del sol naciente.
Y el viejo inició.
Mi honorable madre preparaba un platillo delicioso, cuando niño, siempre adoraba los miércoles, porque sabía que era miércoles de Gyoza, todas las mañanas de miércoles la acompañaba al mercado por los ingredientes, caminábamos por las laderas del río Tama hasta llegar a las plantaciones de arroz en las faldas del Fuji-san, cada día veía con el mismo asombro a ese gigante que, a decir de mi madre se trataba de una diosa dormida que despertaría cuando su pueblo más lo necesitara.
Llegábamos al mercado y había cientos de personas, una combinación de olores agridulces se percibía a la distancia, y todo un espectro de colores deleitaba mi mirada. Mi madre escogía las mejores legumbres para la cena, se veía tan feliz en el acto, cuando terminaba, de su monedero sacaba algo de dinero para pagarle al amable mercader, después de algún tiempo me di cuenta que tenía una moneda antigua con la que nunca pagaba sus compras, un día le pregunté qué hacía especial a esa vieja moneda, si tenía un orificio como el resto de monedas e incluso se veía deteriorada, después de eso me abrazó y se puso en cuclillas frente a mí, apretó mis cachetes y me dijo que algún día lo entendería y que ésta representaba más que una simple moneda .
Al regreso pasábamos frente a los cerezos, lo cual me recordaba lo fantástico de la tradición del Hanami cada año, en aquel entonces disfrutaba del Hanami como nadie más, adoraba ver los pétalos caer como si fueran aves planeando en el horizonte, después jugaba con ellos y los arrojaba hacia arriba para que cayeran sobre mí.
Hoy mi vida se extingue, y por fin he entendido el significado del “Deja que el viento desprenda tus hojas de cerezo” que algún día mi abuelo dijo en día muy parecido a este, entiendo que los años de mi vida puedan ser resumidos en los cinco segundos que tarda un pétalo de flor de cerezo en llegar al suelo, entiendo el significado de aquella moneda vieja y deteriorada que representaba el hermoso compromiso entre mi madre y mi padre, y lo más importante, entiendo lo que significa pertenecer a esta raza de ojos rasgados y amar a mi país por sobre todas las cosas.
24 nov 2008
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10 comentarios:
Cuando escribes así, tranquilo, me transmites la sensación de estar viendo lo que desarrollas.
Mi imaginación, a pesar de los obstáculos, se va hacia una cultura que no conozco con palabras que no entiendo pero con unas escenas difíciles de evitar.
Ya pues, ya: me gustó :).
Mi rich1 valio la pena la espera... me gusto esa frase, ese proverbio.. tal cual
besos orientales -.- je
Heyyy, me gustó tu relato.
El último párrafo es muy emotivo.
Me gustó la metáfora de los pétalos.
CHido.
Muy bonito relato. Es increíble lo de la vieja yukata, que ha pasado por las generaciones durante 600 años. Ja.
このテキストより多くのロボットが必要
con mis oos rasgados no podía leer bien, pero ya vine, lei y me agrado la tradición.
El texto transmite mucha tristeza...especialmente el hecho de que haya alguien que ame a su país sobre todas las cosas...
¡Muy bueno!
Excelente reflejo de uno de los paises con mayor apego a sus costumbres, patria y familia.
Invita a reflexionar; si tuviera poco de tiempo para meditar antes de que mi vida se apagara ¿pasarían todos mis días frente a mi o habría una memoria que se apoderara del momento?
Del texto me llamó la atención que el autor le sabe a lo japonés y ya.
El texto no me pareció entretenido ni que tuviera algo de especial, salvo esta parte: "Mi honorable madre preparaba un platillo delicioso, cuando niño, siempre adoraba los miércoles..." y no tengo idea de por qué. Creo que es el 'honorable,' porque lo hace sonar más como de las películas.
Quería decir: Générique, tienes mi respeto y sí, tu comentario en el escrito de Isa me pareció interesante. No me interesó ofenderte o no (porque así suelo expresarme en internet), pero ahora estaré más atento a lo que digas.
Sí me sorprendiste, campeón, pero más por la manera de manejar tu respuesta hacia mí y no tanto por lo cultured (digo, aún no hablamos de algo más que estereotipos, pero espero y eso cambie pronto).
En raras ocasiones me parece apropiado partir de un estereotipo, pero no porque esté éticamente mal o simplemente por los prejuicios - no, más bien es porque de los estereotipos ya se sabe todo y ya se ha dicho todo... a menos que se tengan fines cómicos, claro, ja.
Me gustaría explayarme más, pero tengo mucho sueño.
Adrián: por qué soy de los que pisan y corren? A ver, explícate.
Los demás me siguen dando hueva.
Jvan: Te agradezco el comentario, aunque no era necesario.
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