9 oct 2009

El humo de la soledad

Después de una semana, me pongo a pensar ¿valdrá la pena escribir algo que -tal vez -alguien más haya pensado? O tal vez escrito...

No sé...

Salgo a pasear, no soporto estar en casa , oigo a lo lejos a los vecinos discutir porque el recibo de la luz llegó muy alto, veo a dos perritos follar bajo un arbusto, en eso empieza a llover: una suave brisa acompañada de gotas de lluvia. Me pongo mis MP3 y ¡zaz! Empieza esa canción de Moby que me hace acordarme de ella. Aquella mujer que me hizo los días de color cuando estaban en escala de grises. Esa mujer que me hizo encontrarle sentido al 14 de Febrero cuando yo decía que era una chingadera mercadológica. Esa mujer que me hizo encontrarle sentido al acto de "hacer el amor" y me quitó por completo el concepto de coger. Beautiful sonaba en mis oídos como nunca antes.

Un pordiosero-marigüano-delincuente se acerca para pedirme un duro. Le doy 2 pesos y se aleja agradecido. Me siento en una de las bancas del parque y saco mi iPhone para mandar dos mensajes de correo de la oficina. A esas horas tendría que estar trabajando, pero en la oficina nadie me hace caso. Soy un engrane más. Soy la mierda cantante y danzante del mundo. Y a pesar de todo, soy el centro del mundo en ese momento. Comienza Ava Adore y mis ojos se llenan de lágrimas. Todo por culpa de las ex. A veces quisiera ser un robot. Desprogramar los sentimientos cuando termina una relación y borrar todos los bellos y malos recuerdos que tuviste en ese tiempo. Pero no. Soy tan pendejo y pasional que prefiero estar recordando y recordando y preguntando el por qué me mandaron a la chingada. La suave brisa se ha calmado y sólo quedan las nubes. A lo lejos, un padre carga a su crío enseñándole lo bueno de la vida, jugando con él. Creo que soy el único ser en éste planeta que tiene dos hijos y está tan solo que no puede disfrutarlos. Creo que soy el único ser en éste planeta que tiene el recuerdo de "n" mujeres en el corazón y éstas lo tienen en la piel: sólo me llaman para follar.

En realidad, siempre me sentí utilizado por mis ex: la primera para que la sociedad no la llamara puta, la segunda para escapar de su realidad y saber que existe en éste planeta y la tercera sólo para descubrir qué se sentía ser mujer.

En ése momento, suena mi celular: es un mensaje. Antes de levantarme, cojo el último cigarro antes de partir a mi cita. Aspiro, dejo un poco el humo en los pulmones, y lo deshecho por la nariz. Le doy un sorbo grande a mi bonafont y todo lo tiro en la basura. Voy a coger con una de mis ex, y la verdad ya me da igual. Para alguien como yo, para un hijoputa como yo, coger y hacer el amor no tiene mucha diferencia. El sentimiento ha sido sustituido por el placer. Puro y llano placer.

2 oct 2009

Yazmín

Yazmín tiene 22 años. Trabaja de administradora de inventarios en una cadena de paquetería y transporte a nivel nacional. Tiene un novio.



Esto suena a canción. Bien podría serlo.



Se quieren mucho. Apenas hacía 6 meses empezaron a tener relaciones.



Yazmín es alta. Espigada. Bien formada. Su forma dulce e inocente refleja la seriedad de una adolescente adulta.



Yazmín no se cuidó: está embarazada. Yazmín tiene un niño en su interior. Y tiene amenaza de aborto. ¿Realmente valdrá la pena arriesgar todo? Ella así lo considera. Y piensa demostrarlo, aunque en ello le vaya la vida.

30 sept 2009

El niño y la crisis.

Sin duda una de las más odiosas frases pertenecientes a la categoría cliché sensiblero-patético es la de "El niño que todos tenemos dentro" o niño interior.

Primero: ¡vaya lío andar por la vida con un niño atorado adentro!
Segundo: ¿adentro de dónde?, porque habrá que poner en claro dónde lo trae uno, pues más de un recoveco tenemos en el cuerpo, lo que se presta a susceptibilidades, trampas y manías. Mira que andar con un niño metido en la cola puede resultar pornográfico, pero sobre todo enfadoso a la hora del acomodo. Y si uno lo trae atorado en el estómago ¡pues que indigestión!

Pero nada. La patosa frase antropófaga nos remite a la eterna paradoja de: cuando eres chico no ves la hora de ser grande, y cuando eres grande no ves la hora de volver a ser ese niño ingenuo y fresco que va por la vida zurrando sin responsabilidad y todo mundo te aplaude.
Según el canon hay que ver la vida desde el punto de vista de El Principito, ser un elemento puro, de alma limpia, mientras crees que pasando de los treinta años tener el hocico embarrado de chocolate es "tierno": Es que es el niño que trae adentro....

Es el hombre, o sea el varón, el que cae redondo en las ilusiones naïve de este sobrevalorado refranete, sobre todo cuando ha hecho su entrada nada triunfal a la famosa Midlife Crisis ("crisis de la mediana edad").
En ella el macho cabrío por fin toma conciencia de que no fue esa promesa de juventud que todos esperaban, esa lumbrera en que familia y amigos tenían puestas sus esperanzas y que aquello del "mundo me queda chico" ahora nada más se aplica a sus pantalones y camisas.
A partir de esta nueva etapa el macho se da cuenta que no es más que un fardo de decepciones y que todo va cuesta abajo: tiene un trabajo pusilánime de rutina castrante; su mujer dejó de ser la amazona de pubis celestial para convertirse en una ballena de tamaño compacto y además tiene dos hijos que, aunque pequeños, no ven la hora de ensartarle en la cabeza un zapapico tirolés, modelo Trotsky.

Uno de los primeros indicios de la crisis de mediana edad en el caballero es que no importa lo que digas u ordenes en tu casa, nadie te va a hacer caso pues para todos ya pasaste al bando de los que “van de salida”. Sólo es cuestión de tiempo antes de considerar el uso del pañal geriátrico. Se trata de una etapa donde te crece más pelo en las orejas que en la cabeza y la gente que habla a tu casa a las nueve de la noche pregunta “¿Te desperté?”; o bien haces una fiesta y los vecinos ni se enteran. En resumen: estás dormido y los demás piensan que estás muerto.

Sin embargo existe una norma más contundente y mucho más real: mientras el pelmazo del macho cabrío busca aferrarse a su "niño interno" para escapar de su realidad (las idas semanales al puticlub, la amante veinteañera, etc.), quienes realmente se están convirtiendo en niños son sus padres.
Y entonces comienza la diversión, porque además de cuidar esposa, hijos, mascota y camioneta todoterreno, ahora tiene que pastorear a sus padres que comienzan a robarse dulces y frutas del mercado y a decir impertinencias en lugares públicos, además de que para ellos no importa lo que hagas: ¡nunca será suficiente!
En una entrevista los padres de Woody Allen confesaron todavía estar esperanzados en que su hijo recapacitara y abandonara esa vida disipada de melorico del celuloide para por fin ser lo que ellos siempre esperaron de él: un boticario.
—Se gana muy bien en la botica, ¿sabes? —dijo la madre secándose las lágrimas.
Aún sabiendo que su hijo es uno de los hombres más exitosos y ricos del mundo, ellos esperaban que regresara al buen camino siendo droguero

Pero, como en todo, la crisis de la mediana edad tiene su final.
¿Y cuál es?: cuando te comienzas a convertir en tus padres.

28 sept 2009

Catalina

Cada noche; Catalina se sento fielmente frente al espejo, maquillo sus ojos, maquillo sus labios, vistió su cuerpo, y salio a bailar en la barra, salio a ver como los borrachos tocaban cada centímetros de su cuerpo para darle unos cuantos billetes arrugados, salio a bailar para poder pagar la renta, tuvo sexo por obligación, para poder pagar la comida, y salio a fumar en la terraza por que no soportaba el encierro de aquel lugar, en la mañana, tuvo que ayudar a recoger las mesas, a barrer el suelo lleno de porquería, y luego, decidió caminar hacia su casa, mientras lo hacia, paso frente a una bonita tienda, con una linda estantería llena de juguetes, entro, quería regalarle algo a su hermanito de 18 meses, entro y tomo un pequeño carro rojo, que alumbraba y sonaba mientras rodaba sin un sentido definido, fue mientras lo miraba que vio en una mas de las estanterías, una hermosa muñeca, una de esas que llaman Barbie, y quizó comprarla, y decidió comprarla, finalmente; a sus 14 años, en el fondo, aun era una niña.

25 sept 2009

Sólo quiero mirar

Hola, soy Ramón.

Mi vida empieza como la de cualquier otro: nazco, producto del procreamiento que mis padres hicieron al tener relaciones sexuales irresponsables a sus 20 años. Él, dealer pequeño en la estación del metro Taxqueña. Ella, prostitua fina que vive en la Narvarte. Ambos llevados a la lujuria por el alcohol y exceso de tachas.

Eso no importa.

Toda mi vida la pasé con monjas. El internado no es tan malo como te lo pintan, tal vez es mejor que vivir en una casa donde conoces a decenas de "tíos" y "primos" que hacen gimotear a tu madre. Las monjas te dan la paz que necesitas. Te muestran el camino correcto y de espiritualidad moderada que uno ocupa para poder desarrollarse.


Llegan mis 18 y todo se vuelve complejo. Ya no obedezco tan fácil a mis queridas monjitas. Más bien, mis escapes del internado se vuelven más frecuentes. Conozco a Chuyita, y empiezo a tener relaciones con ella. Chuyita conoce a mi madre. Si, es prostituta. Mi madre sólo se limita a regentear. Su avanzada edad no le permite llevar la misma vida desenfrenada de antes.


Un día decido que ya fué suficiente de internados y monjas. A recorrer el mundo. Tengo tantas relaciones sexuales que pierdo la cuenta. Después de la noticia que me dieron, la vida me da igual, sólo pasa.

Soy Ramón. Y tengo SIDA. Y después de agradecer a todos los que me apoyaron, me voy a suicidar.

24 sept 2009

Dos calles

Caminé dos calles abajo. El laboratorio estaba a dos cuadras de la oficina. Nunca había pensado tanto en mi vida. En lo que he sido, en lo que podría dejar de ser por un papel. Pensé en todas las mujeres, en las de bellas piernas, en las de boca competente, en las vaginas cerradas, en las parlanchinas, en las muchas que odié, en todas ellas; el único en que me faltaba pensar, era en mí.
Mi vida pendía de llegar a ese maldito lugar, esas dos calles justo ese día me parecían eternas. Todo podía irse al carajo en un dos por tres. Las cosas más importantes de mi vida, tenía que pensarlas ahora, ahora que estaba a punto de obtener una respuesta, sólo había dos respuestas, ¿por qué dos? ¿por qué una dualidad entre la vida y la muerte? ¿por qué la vida se me estaba llendo en un poco de sangre y un papel?, aún no tenía respuesta, pero tampoco quería saberlo, tampoco deseaba saberlo, ¿qué más felicidad que mi ignorancia? ¿qué más felicidad por mi necedad a no saber nada?
Entré a la clínica, mostré el papel que avalaba mi pago, buscaron en el archivero mis resultados, dieron una revisada, buscaron de nuevo, no estaba mi nombre, esos momentos fueron una tortura, una maldita tortura de malas noticias.
Una doctora salió, revisó mi orden, me pidió que esperara, sudaba frío, temblaba, nunca psiquicamente había sentido la muerte tan de cerca, la doctora me hizo pasar a un cubículo, no quería escucharlo Dios, ¡padre nuestro, padre nuestro que estas en los cielos!, no quiero oír malas noticias. Disculpe señor pero, su expediente no está listo porque no le tomaron muestras de bucofarígeas, por ello no nos han enviado sus resultados, tendrá que venir mañana a dejar sus muestras de nuevo, sus resultados los tendremos en una semana. Dijo la doctora.
Respiré para no desmayarme, por joto que suene, mi cara estaba blanca.
Salí de la clínica, tendría una semana más para disfrutar de mi felicidad, de mi ignorancia en esa prueba donde sólo hay un cero positivo o negativo.
La vida se me fue en dos calles a la clínica.

22 sept 2009

Tres veces se va...

“¡Se va, se va…se vaaaa!”, grita el bateador.
Todos ven como la pelota en cámara lenta sale del campo, que en realidad no es más que un llano con una barda malograda al final del diamante. Los ojos de los muchachos acompañan su vuelo hasta que se pierde en el horizonte y de ahí regresan a lo suyo, aunque el orgulloso bateador sigue gritando “¡se va, se va…se vaaa!” mientras da su vuelta victoriosa por las bases.

La bola sigue su trayecto perdiendo altura allá en donde se encuentran unas viejas vías del tren, dos vagones herrumbrados y unos botes de basura que por las noches se prenden para dar calor a vagabundos y uno que otro junky.
Sin embargo la pelota no toca el suelo como de costumbre, ni hace su usual rebote quedando por fin quieta: la pelota cae directo en la cabeza de un hombre que se inyecta heroína tras los vagones desvencijados mientras su vida ¡se va, se va… se vaaaa!

Hay que elegir quién va por la pelota: es la única que tienen y sin ella no se puede continuar el juego.
Ricardito es de los más chicos, por lo tanto acepta con resignación heroica ir por ella. En efecto: la Ley de Herodes (o te chingas o te jodes) sigue vigente.
Trepa la barda; del otro lado se da cuenta que encontrar la maldita pelota no va a ser fácil. Aunque no se ve nadie por los alrededores Ricardito siente miedo mientras se encamina a las vías. Es un lugar raro y da escalofrío. Según recuerda, la pelota voló por el centro, por lo que debe estar cerca de uno de los vagones. A cada paso que da Ricardito trata de vencer su miedo, el corazón le bombea de prisa: “no seas llorón…”, se repite una y otra vez, mientras sus tenis hacen ruido con las piedras sueltas de entre las vías.
Cuando está lo suficientemente cerca del vagón ve la pelota tirada en el piso. Sonríe y corre a recogerla aliviado. Y cuando la está levantando una mano lo toma del brazo, lo jala bruscamente y el corazón de Ricardito no agunata y ¡se va, se va, se vaaa!