22 feb 2009

Nostalgias cadavéricas

Recuerdo el primero, hará unos seis meses, allí estaba el muy cabrón paseándose por mi sala, muy campante. No lo reconocí al primer momento, pero un instante después, antes de que yo sacara mi arma, volteó y me sonrió, pero no era una sonrisa normal, no. Era de burla, de venganza fría. Era Pepe. Vi el orificio de bala en su pómulo izquierdo, la misma bala que le metí hace cuatro años. La misma bala que lo mató.
Claro que me asusté. Culpé a mi cerebro, una alucinación, al alcohol, a la mota, a las luces que entraban por la ventana, a lo que fuera. Pero allí seguía, hasta movía sus labios como queriéndome decir algo. En mi inmovilidad intenté escuchar algo: “Siento caliente la cara”, me decía, “de este lado, y como que me escurre agua, o no sé qué por la mejilla”.
Salí corriendo, bajé las escaleras del edificio en tres segundos, y seguí corriendo por la calle hasta que el cansancio me detuvo. Intenté calmarme, en vano.
Me instalé en casa de mi madre por unos días. “Por no ir a misa” me decía. La muy santa no sabía a qué me dedicaba. En ese barrio conocí a Laurita, una vecinita muy bien. Me ayudó a distraerme.

Una Tarde regresé al departamento. Antes de abrir la puerta escuché música, corridos norteños. Entré y vi bailando a los hermanos Larios, a los tres. Se estaban tomando mis botellas de Tequila. Igual que hace tres años en su casa de campo, solo faltaban las pirujas. “Pásale, carajo, chíngate un trago”. “No, gracias” les dije, miré el charco de sangre que cubría el piso de la sala y me retiré.
Laura me recomendó ir con un psicólogo. También me insinuó un exorcismo. No me ayudó en nada. Por mis destos decidí regresar al departamento.
Allí estaban Pepe y los Larios, cada cual en lo suyo. El primero se tocaba su mejilla y los otros seguían bailando, muy campantes. Entré a mi habitación y en mi cama estaban teniendo sexo Don Jorge y su querida, ella se quejaba de un dolor que le entraba por la espalda y le salía por el seno, él decía que se había quedado ciego del ojo derecho. Ninguno de los dos notó la sangre. Me metí a bañar, no sin antes batallar para sacar al Cholo, que se veía en el espejo; extrañado se tocaba una mancha roja a la altura del corazón.
Cuando salí de la ducha, aquello, mi departamento, era una multitud. Allí estaban todos, paseándose como Juan en su casa, que a propósito me pidió unas aspirinas para el dolor de cabeza; recordé los tubazos que le metí en el cerebro hace unos meses. No faltaba ninguno. Saqué una colchoneta del armario y me acosté en la terraza. No dormí. A cada rato me pedían cosas, me invitaban a la pachanga, o simplemente se quejaban… en mi oído.
No pasó mucho tiempo para que Laurita notara que esto era serio. Trataba de distraerme, de hacerme sentir bien. Me invitaba al cine, a un restaurante, a lo que fuera con tal de no pensar en mis fantasmas. Ayer me llamó para invitarme a una fiesta, me prometió que sería la mejor fiesta que jamás hubiera asistido. Me rehusé a la invitación ya que a dicho festejo asistirían algunas personas a las que yo les debía ciertos muertitos. Eran parientes, hijos, cónyuges amigos o padres de mis fantasmas particulares.

Apenas es mediodía y ya no soporto a mis “invitados”. He decidido llamarle a Laurita; he decidido dejar a mis fantasmas Quiero ser el fantasma de alguien más.
─Sí, bueno. Hola Laura, ¿Dónde es la fiesta que me prometiste?




Carlos Martin, el Director
Marzo 2004

8 comentarios:

Jo dijo...

Yo quiero un vecino que me entretenga... no es que vea muertos, mas bien es que quiero quedar muerta de cansancio... ¿Debo ir a misa por mis malos pensamientos?

NTQVCA dijo...

Esta muy bueno Direc, mas de uno hemos tratado de escaparnos alguna vez de una de esas fiestas, donde tenemos cuentas pendientes o alguno que otro muertito.
Imaginarme a los muertos vagando por el departamento me latío, no era necesario que alguno de ellos intentará matarlo, con la sola presencia lograrón el cometido.

Pinche Vieja dijo...

Eso de la mamá y de Laurita, a mi parecer, pudo haberse desarrollado un poco más aunque no le resta entendimiento a la historia.

Por mis destos... chulada de frase.

Mmmm me acordé de mi hermana, que en broma dice que todos sus muertos están en el mismo sillón... ahora ella me da miedo.

Me gustó mucho, es una historia diferente.

Anónimo dijo...

Jo.
Cómo te encatna teclear... ¿hasta quedar muerta del cansancio... o de placer?

Morra.
Dejamos muertitos en todos lados, no nomás en las fiestas.

Pinche Vieja.
Lo de la m´pamá y lo de Laurita... pues tengo el mismo cuento ampliado (16 cuartillas) donde se desarrollan más estos personajes junto con otros muertitos (más desarrollados).
Tu hermana me da miedo...

Fer V dijo...

Supongo que es el mayor miedo de muchos, quizá el de todos; no, no el que tu pasado te persiga, sino el que tu pasado, finalmente ¡te alcance!

Buena historia y sin duda vale la pena publicarla de nuevo, aunque algún día me gustaría leer algo fresco, algo de reciente creación; yo sé que el tiempo a veces no lo permite, pero quiero pensar que este falta de tiempo y prisa son parte del ejercicio.

MauVenom dijo...

Pues a mí sí me gustó. Me gustaría leer la versión completa.

Es gracioso y entretenido.

Conocer el desarrollo completo del personaje principal. Se ve interesante.

Anónimo dijo...

Gén.
Te aseguro que el sigueinte cuento será 100 por ciento nuevo y exclusivo para estrenarse en Cuentaletras.

Mau.
Les enviaré la versión completa para destrozarlo...

Gracias por sus comentarios.

Jo dijo...

Quiero teclear de ambas formas...