6 dic 2008

Con el índice

Me acuerdo y me da risa. De ese tipo de risa maliciosa; por la que tu madre se da cuenta de tus travesuras; “¿De qué te ríes mocoso? Te conozco mocoso... algo hiciste”. ¡Con el índice!, ni yo me la creo.

Seis treinta de la madrugada. Me desperté temprano después de haber asistido a una fiesta privada ─demasiado privada: Yo, una de vodka y mis cigarros─. Encendí un tabaco. Desayuné un café con aspirinas y me dispuse a pensar en lo que haría esa mañana, siempre y cuando fuera ir a la oficina. Estúpido trabajo, pinche vida.
Ni me bañé. En un termo puse hielos, vodka y agua quinada; agité y bebí un sorbo.
Aquel día, por la mañana, no tenía tanta risa. Parecía que antes de salir, todas las cábalas se me hubieran juntado: pasar por debajo de una escalera, que un gato negro pase frente a uno, romper mil espejos, y demás...
Iba con mi preciado termo y ojos lagañosos. Pinche lluvia. Eran de esas tormentas raras, de madrugada. Mi coche, que estaba en la acera de enfrente, tenía una llanta ponchada. Pinche coche.
El metro estaba aperrado. El olor a sudor de la gente mugrosa, debido a la lluvia, se elevó a la enésima potencia; con la resaca que tenía no aguantaba las ganas de devolver el estómago. Gente cochina; al menos yo expedía un olor agradable: vodka. Bebí otro sorbo.
En la oficina, debido a la tormenta, hubo un apagón. Pinches elevadores... pinches escaleras. Después de no sé cuantos escalones y ocho pisos llegué a mi oficina ─ bueno pues, cubículo, sin ventanas, frente a un nerd y al lado de un gordo; pinche Gordo, me cae bien─.
─ Qué onda Lupita─ le dije a mi secre... de todos... la recepcionista pues.
─ Ah, hola. Que frío ¿verdad? Ha de ser por la lluvia y que estamos en invierno ¿no? ─ pero que inteligencia la de esta mujer, deberíamos de enviarla a la NASA, aquí se está desperdiciando la pobre; al menos tiene un buen trasero.
─ Sí, que frío.
─ ¿Traes chocolatito en tu termo? ¿Me regalas tantito?
─ Traía chocolatito, ya se me acabó, cómo vez; ahi pa´ la otra ¿no? ─ tengo que conseguir más de esta medicina si quiero aguantar toda la mañana.
El Gordo me recordó de la junta con la licenciada.

¿Les comenté que no soportaba a mi jefa? La licenciada. Era una perra en el trabajo. Fuera de la oficina se portaba muy bien, excelente anfitriona, muy inteligente y de buen gusto. Pero en el trabajo...

Pinches escaleras, cuatro pisos más arriba. El Gordo y yo subimos tan rápido, tanto como un obeso y un crudo pueden subir.
─ Entonces qué pinche Gordo ¿cuándo nos vamos de parranda otra vez?
─ El viernes, saliendo de aquí ¿no?
─ Simón, ya rugiste.
En la sala de juntas éramos unas doce personas. La licenciada no había llegado. Ya me imagino el pretexto: “una disculpa, debido a la lluvia el tráfico estaba espantoso”, muy lista la tipa.
─ Una disculpa, el tráfico estaba espantoso, qué tormenta ¿no? ─ qué les dije. Méndiga vieja, se acaba de levantar.
La licenciada pasó frente a todos y se quitó su saco; lo único que la cubría era una pequeña blusita color rosa que ─gracias a la lluvia, bendita lluvia─ dejaba ver sus perfectos senos.
─ ¿Ya viste? Tiene frío.
─Ja ja ja, pinche Gordo.
Yo estaba embelesado con la belleza de esa mujer. No la escuchaba, solo contemplaba. La tormenta matutina le arrancó los kilos de maquillaje y aplastó su cabello a la cabeza y a sus hombros. Excelsa belleza de mujer saliendo de la alberca de un gran hotel frente al mar, con el cabello relamido, sin maquillaje, con pequeñas gotas esparcidas por todo su rostro y de fondo las palmeras, nunca mejor dicho.
La licenciada seguía hablando. El gordo también. Yo no estaba escuchando. Yo observaba los dos puntos que sobresalían de aquella blusa color rosa. Comencé a temblar, algo inquieto. Con indecisión me paré. Sin respirar me acerqué a la licenciada y, como si fuera a llamar a la puerta de una casa, con el dedo índice toqué uno de sus pezones.

No, no me quedé sin trabajo; ahora vivo mejor, ya no me expreso con tantos pinches ─bueno, al gordo sí─, y ahora utilizo el índice y el pulgar con mi querida licenciadita.


Carlos Martín

9 comentarios:

Pinche Vieja dijo...

Es es tener agallas.

¿Que pasará si yo le hago lo mismo a mi director?

ewwwwwww

Bienvenido, Carlos.

Jo dijo...

eso es tener osadia! buen inicio

welcome

Adrián dijo...

A que sobrio no la picas.

NTQVCA dijo...

Bienvenido Mi Direc...se lo hago notar con el indice!

Rich dijo...

jejeje
Pinchi Idalia.
Ahh este burocrata mañoso, cuidado con andar tocando a mis muchachas eh!
Aunque si alguna vez las ves después de mojarse... pues... igual y pasa, la carne es debil.

mariana m* dijo...

Tuve que hacer la prueba y tocarme con el índice.
La escena se recreó perfecta en mi cabeza. Qué encanto de evocación. Sútil lascivia.

Fer V dijo...

¡Ah! ¡La eterna tentación!

Buen relato, divertido.

Anónimo dijo...

Colegas:Adiós FIL. Bienvenida normalidad.

Pinche Vieja: Claro que puedes hacerle eso al Director... y más (Si te atreves)

Jolie: Osadía es comenzara escribir...

Adrián: Incluso borracho me la pensaba

Morra. Gracias por la bienvenida y le sugiero que también use el pulgar

Rich: las nenas están a salvo (y calientitas) en las manos del Director

Mariana: Tengo otras escenas para usted...

Générique: La tentación es la tentación... pero es mejor darse el gusto con esa tentación

mariana m* dijo...

Espero ansiosa las escenas ;)