La noche helada y sin viento hacía que su espalda doliera, pero tenía que hacerlo. Había jurado que una vez más para decidirse a actuar, a quedar como un héroe ante las conciencias de los olvidados por la justicia. Solamente hoy la buscaría, necesitaba encontrarla para sentirse completo una vez más, ahí, en su auto viejo color marrón, ese con los cristales rotos y con aroma a pino que a veces le servía como residencia.
De repente la vio, parada como siempre en la esquina, con una minifalda verde, afilados tacones dorados y una apretada blusita roja. Sonrió al recordar la navidad que pasaron juntos, de cómo esa mujer había estado en la cama que por cuatro horas y trescientos pesos jugó el papel de lecho matrimonial. Su cuerpo de ninfa pidiéndole que la destrozara pero él quería adueñarse de ella cada segundo, jugar a que sería eterno en su piel color arena, en sus rizos de fuego y con esa boca que sabía a gloria.
Sumido en los recuerdos la llamó con su índice. Ella se recargó en la ventanilla y sus pechos generosos acariciaron el borde de la puerta; tras una breve charla subió al vehículo, joven y sonriente, con sus labios carnosos llenos de hijos sin nacer y el aliento a menta fresca. Tenía los ojos tristes pero hermosos, era una mujer en cuya piel se derramaron latidos, se ganaron y se perdieron mil batallas cada segundo. Era interesante para él, sería su vida por siempre, esta vez no la dejaría irse y dejarlo como otras ocasiones, abandonado en el punto ciego de la existencia, semidesnudo en una cama, con el miembro erecto y lleno de su esencia para poder irse a jugar a la salvadora de almas.
¿Ah, si? ¿Redentora, señora de los descarriados, puta? Él, con el aspecto de quien ha vivido luchas silenciosas y estúpidas contra los humanos, con su cuerpo ancho y pequeño sería su Ángel de la Muerte. Chíngate esa. Su genialidad había cruzado el límite a la locura. ¿Por qué no habría de serlo? Siempre acato las reglas, es momento de ignorarlas. Tenía una misión en la vida y siempre le atrajo pensar que si alguien moría haciendo algo que lo hacía feliz no sería como si muriera. La muerte es como el trabajo, a huevo. Alguien sería despedido hoy.
Llegaron a su mansión nocturna. El Albino de la recepción les entregó la llave y recibió a cambio una sonrisa cansada y a la vez excitante. La cama enorme y con dosel, pues la Princesa así lo pidió para poder entregarse al Príncipe de hoy. Dejó que jugara y soñara con palacios ostentosos antes de desnudarla con prisa para poder tomarla en esa cama que la atraía más que el pequeño sexo que tenía enfrente pero había que trabajar: lo colocó entre sus piernas con cuidado, rozando cada parte de ella para ponerlo más firme. No lo logró y tuvo que introducirlo medio flácido y pequeño en su cavidad seca y sin ansias, ahogando un grito de dolor y decepción.
Para él era perfecto: su erección le parecía enorme y esa mujer delirante por probar sus mieles. Enloquecía al tomarla, perot enía tan presente lo que haría que ni las mil sensaciones lo distraían: esa dríade mil veces suya gozaba con su carne y lo apretaba, tocaba sus senos perfectos mientras él se inclinaba a tomar el arma. Así la recordaría aunque no volviera a verla nunca, sería su musa por siempre y para su memoria su cuerpo perfecto viviría eternamente. En una fracción de segundo el frío del revólver contrastó con su cuerpo hirviendo y el olor a pólvora se mezcló con el ambiente espeso que había estado lleno de gritos y gemidos instantes atrás. La mujer gritó una vez más antes de que la sangre invadiera la habitación y un ser sin vida cayera sobre ella a la vez que sentía una explosión caliente en sus entrañas.
29 ene 2009
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5 comentarios:
I was 5 and he was 6.
We were riding horses made of stick...
amazing!
So...
Mejor que se haya suicidado a que la hubiera matado a ella, eso me hubiera dado coraje... ahora, que tan perfecto puede ser el querer morir haciendo algo tan terreno y que además vas dejar inconcluso... pero no es la primera vez que se plantea.
Para mí sería una muerte por demás inperfecta, claro que cuando tu vida ha sido como la de tu personaje, pues la apreciación de ciertas cosas cambia, tus triunfos y tus placeres.
Besos niña mala.
"...siempre le atrajo pensar que si alguien moría haciendo algo que lo hacía feliz no sería como si muriera..."
No sé si será perfecto, pero debe albergar, al menos, algún sentimiento de satisfacción. Y aún así parece que para hacer algo así, no solo se debe haber perdido la razón, sino que se debe encontrar alguna satisfacción en la muerte misma y me lleva a preguntarme ¿qué disfrutaba más en ese momento? ¿el sexo, la mujer o la idea de decir que había muerto haciendo lo que le gustaba hacer?
Puede, también, que esta sea la razón por la que tantos tientan a la muerte constantemente, algunos imprudentemente, otros más profesionales toman precauciones, pero todos miran a la muerte a los ojos sin recato.
¡Sonríe!
Pues que miserable ser, cobarde hasta para morir!
Yo soy una cobarde pero supongo que hasta para morir ... a muchos nos gustaria no sufrir... o morir con estilo..
si.. estoy diciendo tonterias..
quien se quiere morir?
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