19 ene 2009

Sin huevos.

El día apenas comenzaba en ese fraccionamiento de interés social en los suburbios de la ciudad, yo tendría alrededor de 7 u 8 años, caminé hasta la sala, encendí la televisión y di la vuelta un par de veces a los canales en busca de alguna buena caricatura o un buen show dominical que no fuera chabelo porque moría de envidia de no estar en el programa ganando bicicletas, juguetes o demás superpaquetazos de muebles Troncoso como todos esos niños felices.

Después de un rato tuve hambre, hice lo que cualquier niño de 7 u 8 años haría, despertar a su mamá para que le hiciera desayuno. Mamá se levanto a cumplir mi capricho pero cuando abrió el refrigerador ser dio cuenta de que teníamos un problema, no había huevos. Mamá hizo lo que cualquier madre haría en una situación como esa. Mandar a su hijo a la tienda por huevos.

La tienda más cercana quedaba a 4 cuadras, abarrotes el dado, esto suponía un problema enorme para mi, en el camino a la tienda había varios perros, los perros hasta la fecha siempre han sido una de mis fobias, entonces ir por mi desayuno era un reto a mi valentía.

Emprendí mi travesía con una vara que me encontré al salir de mi casa, pasaba de una acera a la otra para evitar contacto alguno con los perros, al menos de ida me funciono perfectamente.

Llegue a la tienda y la mitad de la misión había sido cumplida, entré y disfruté del olor a tienda pueblerina que abarrotes el dado me ofrecía, pedí un par de huevos, me los dieron y asunto arreglado. Cuando salí de la tienda escuché el ruido que los señores del camión de la basura hacían con los botes. Era domingo de basura, esto hizo que a mi, con los huevos en la mano, se me hiciera un nudo en la garganta.

Siempre que el camión de la basura andaba por las calles los perros se volvían locos y empezaban a ladrar y a atacar a los señores de la basura, el regreso a casa iba a ser muy peligroso, con una mano para defenderme lo más seguro es que terminara devorado por el negro, el tobi y el rayito, los perros más bravos de la cuadra, tenía que pensar en una solución.

Después de pensar un poco tuve una idea fantástica, sacar los huevos de la bolsa de plástico y meter cada uno a cada uno de mis bolsillos y así tendría dos manos para defenderme, agarre una piedra con una mano y con la otra sujete con fuerza la vara con la que había salido de mi casa. Sería difícil, pero sabía que lo lograría.

Llegue frente a la casa del Tobi y ahí estaba el muy cabrón, con las orejas paradas y en posición de ataque, mamá decía que siempre lo ignorara y así no me atacaría, pero no pude evitar voltear a verlo, cruzamos miradas y el miedo me invadió, empezó a caminar hacía a mi, cada vez más rápido, ahora tenía un problema.

Mis piernas por un momento se paralizaron, le arrojé la piedra que tenía en la mano pero nunca he tenido buena puntería, la vara no representaba ninguna garantía de seguridad, así que hice lo que  Forest Gump y yo mejor sabíamos hacer en situaciones como esa. Correr.

Corrí en dirección opuesta a mi casa porque si lo hacía al revés tendría que pasar por las casas del rayito y el negro, solo habían dos cosas peores que el tobi corriendo detrás de mi,  una de ellas era el tobi, el negro y el rayito corriendo detrás de mi.

Cuando tobi dejó de perseguirme y recuperé un poco el aliento me enfrentaba a un nuevo problema del que no había dado cuenta por obvias razones. En mi pantalón se dejaba ver un liquido brilloso escurriendo en ambas piernas. La otra cosa peor que el tobi detrás de mi era la putiza que mi mamá me daría por llegar a casa con los huevos rotos. Empecé a caminar con lagrimas en los ojos deseando encontrar dinero tirado en el suelo para comprar otro par de blanquillos, pero todo fue en vano.

Las personas empezaban a verme llorar con cierto grado de interés y curiosidad, pero nadie hizo nada. Después de un rato empecé a pedir dinero a quienes me encontraba, pero no tenía mucha suerte, según que no traían cash. Ojetes.

Llegue al lugar donde unos albañiles/veladores tomaban cerveza en la construcción de la escuela de la colonia, estaban bien pedos, me puse frente a ellos y les conté mi triste historia envuelto en lagrimas, no supe si los conmoví o querían que me fuera a la chingada para que siguieran pisteando, me dieron algunas monedillas, suficiente para que comprará un par de huevos y una golosina barata. 

Después de comprar los huevos emprendí de nuevo el camino a casa, aún sin preocuparme de los pinchis perros que tendría que lidiar, a lo lejos vi a un señor que se dirigía a con los perros, tenía una oportunidad, tenía que correr con sumo cuidado si no quería ir a molestar de nuevo a mis amigos albañiles borrachos, cuando lo alcancé era justo frente a la casa del tobi, en eso salió el pinchi perro pero como iba con el señor este provocaba algo de temor en el animal, porque solo ladraba pero no se me acercaba. después pase por las casas del rayito y el negro y paso exactamente lo mismo. La aventura había terminado, llegué después de un buen rato a casa, con los ojos chiquitos de haber llorado tanto y los latidos del corazón aún acelerados, cuando entré a casa mi mamá me preguntó la razón de mi tardanza, decirle la verdad me valdría horas y horas de carrilla, así que le dije que había mucha gente en la tienda, lo irónico es que no desayuné huevos, porque tampoco había gas, pero comí los sandwiches más gloriosos de mi vida hasta aquel entonces. Tanto pedo pa’ cagar aguado.

6 comentarios:

Pinche Vieja dijo...

Estoy bien pinche orgullosa de tí :D.

Jajajaja el rayito no mames, me imagino un perro chiquito chiquito prendido de tu nalga izquierda jajajajajajaja


yaaaaa pues ya


jajajajajajajajajajajajaja

Luz dijo...

Todos tenemos nuestros miedos de la infancia, y muchas veces no los superamos Es gracioso lo que cunetas, pero ha de haber sido terrible vivirlo siendo un niño.
Saludos desde mi camino.

Jo dijo...

jajaja ay mi rich! sabia yo que tenias una buena historia que contar... con tantos recuerdos plagados de huevos! ... yo me acorde de las caricaturas, de los suburbios... de mis 7 años, y de mi miedo a los perros! :S
diablos!

Fer V dijo...

Supongo que a esa edad todos teniamos cierto miedo a los perros, pero, o los de tu cuadra eran unos perros muy perros, unos auténticos desgraciados, o tu fobia es cosa seria.

Divertida historia.

MauVenom dijo...

Rayito... el nombre está poca madre. jaja

Yo nunca le tuve miedo a los perros. A ningún animal, al contrario siempre fueron mi obsesión. Me daba miedo la gente, hasta la fecha, pero también la se torear.

Que fuertes son los miedos cuando eres niño, son trascendentes e incluso te pueden marcar la vida y desgraciadamente desde el mundo adulto se ven como si fueran la cosa más simple. A mí si me reflejó angustia cuando cuentas que llorabas por no tener dinero para reponer tu pérdida. A esa edad es un gran problema.

¿Comprabas nada más dos huevos o es una figura literaria?. Ya se que que pregunta más idiota pero... bueno.

Rich. dijo...

Ironicamente los perros siempre me han gustado mucho, a excepcion de cuando son bravos y no son mios. Ahora tambien me gustan los gatos.
Lo de los dos huevos era neta, no sé porque, quizás mamá no quería huevos esa mañana, lo recuerdo bien porque metí un huevo en cada bolsillo. Dos en total.
Saludos a tods, gracias por comentar.