23 mar 2009

El sordo



Sábado 21 de marzo de 2009


Y todo por aprovechado. Yo sólo le di una patada en la oreja izquierda, pero el Gordo insiste en que la patada se la di en la derecha. Sigo en la maldita incertidumbre, mañana es domingo, el día en que veo al Gordo.


Y todo por aprovechar el momento, la situación, el desquite. Por eso el pinche Gordo me quiere matar, por manchado- yo, no él.


Aunque hace unos días escuché (todavía poseo ese sentido) que me quería, al menos, cortar las dos orejas (como si yo fuera un bravo toro de lidia, que de bravo no tengo nada), además de que quería disparar su calibre 45 a medio centímetro de mi oreja, y que, por azares del destino o por pura y mera casualidad la bala se desviara ese medio centímetro, no sería culpa del Gordo, sino mía... eso escuche, que todavía lo hago, insisto.


Maldita ley del talión, ojo por ojo, oreja por oreja. Pero suplico, yo lo patee en la izquierda, y, que yo sepa, por ese hoyo carnoso todavía puede escuchar.

Y todo por ser un maldito aprovechado. Si tan sólo le hubiera pateado el costado o una pierna yo estaría sufriendo una costilla rota o un moretón, no una mutilación auricular.


El momento... en el momento uno no piensa las cosas. Pero es que el pinche Gordo es tan buen jefe, de esos que todo lo perdona. Incluso es llevado y aguanta la burla con el grupo. Los apodos no le molestan ni los golpes de cuates. Pero ese día... ese día.


Ese día el Gordo, nuestro jefe, tuvo la mala fortuna de contar un mal chiste, situación que un pinche resentido del grupo (y no fui yo, aclaro) aprovechó para gritar: “¡Pamba por pendejo!”.


Ese día que escuché cómo su oído izquierdo tronó como cuando aplastas un cacahuate con la suela de la bota... ¿o sería su oído derecho el que escuché?


Carlos Martín, el Director

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