20 abr 2009

Juan.

Juan fue uno de mis primeros pacientes, llegó aquí después de haber tratado de mutilarse así mismo, hecho que su familia consideró el parte aguas de una sugestiva conducta anormal.
Hombre de 42 años, divorciado, maestro de profesión, físico por pasión, el día que llegó traía consigo un baúl lleno de relojes, una pipa y algo que parecía ser una bitácora. Es obvio que por razones de seguridad no pudimos darle el gusto de ingresar sus pertenencias.
Nuestro primer contacto fue en el pasillo de su habitación, pasé justo a la hora que el salía de la misma, por accidente se me cayó una hoja de mi libreta y el, zafándose del personal de seguridad, se inclinó para alcanzármela.
-Doctor Mont, ha dejado caer este papel mientras pasaba.
Algo que llamó mi atención fue el hecho de que supiera mi identidad sin siquiera haber tenido una sesión con él, pues tenía apenas unas horas en el hospital.
-Como es que sabes mi nombre, Juan.
El balbuceó un poco y después replicó.
-Usted encuentra poco lógico que yo sepa quién es usted, algo que yo no puedo considerar del hecho de que usted sepa mi nombre. Pierda cuidado, aquí todos saben quién es usted, Elisa la recepcionista, Jacobo al que llaman el muñecas, María la llorona, en fin. Venda caro su asombro, mi doctor.
Después de eso, el personal de seguridad se lo llevo a los jardines. Se trataba de un paciente interesante, muy interesante.
Días después, lo encontré en los jardines, sentado, mirando al cielo y silbando una canción que me pareció conocida.
-Que es exactamente lo que silbas, Juan.
-Doctor Mont, buenos días. Jmmm se trata del himno de la alegría.
-Entonces estás contento aquí, ¿eh?
-Qué va, doctor, me ayuda a salir de la monotonía del lugar y a olvidar lo deprimente que es.
Ignoré el comentario, pero no dejo de parecerme algo a considerar.
-Mañana es nuestra primera sesión, Juan.
-¿Y cómo se siente, doctor?
-No podrías entenderlo a menos que fueras un psiquiatra, Juan.
-Hasta mañana entonces, doctor.
Al otro día entré a mi consultorio, y estaba sentado frente a mi escritorio.
-Buenos días doctor.
- Veo que has llegado temprano, Juan.
-La puntualidad es un don de reyes, aunque en este caso el halago debería recibirlo el personal de seguridad, quienes me sacan de mi habitación para traerme hasta aquí.
-¿Quién eres en realidad, Juan? Tus respuestas siempre me impregnan de cierto grado de intriga.
-Descubrirlo será su trabajo, yo, solo puedo decirle que soy – Empezó a hacer ruidos extraños y distorsionados con su boca, al final con voz grave y tranquila dijo- nadie, yo no soy nadie, doctor.

La respuesta hizo que una aguja llena de misterio atravesará mi espalda, era la primera manifestación de locura que experimentaba frente a él, y me hizo un gran nudo en la garganta.
-Los relojes, ¿eres coleccionista de relojes?
-Mi padre fue un maestro relojero, dedicó su vida entera a reparar las complejas maquinarias que gradúan y miden el tiempo, podemos considerarlo una manía, si usted lo desea.
-Mi gusto y predilección no tienen cabida en mi análisis, Juan, tu respuesta está lejos de satisfacerme, ¿Qué exactamente representan todos estos relojes?
-Es usted un hombre testarudo, doctor, no esperaba menos.
Normalmente el tiempo rige la mayoría de nuestras vidas, tenemos un horario para dormir, un horario para comer, un horario para despertar, somos esclavos del tiempo, lo ve, es solo eso. Una manía por el puto tiempo.
-¿Porque te mutilas?
-Yo no hago nada que nadie más no haga. Por años seguí las reglas, medía los riesgos, pensaba un par de veces cada movimiento que hacía, buscaba razones para todo, hasta que conocí a la que fue mi esposa, me casé con ella sin una razón lógica y sin tomar en cuenta los riesgos, después descubrí que me era infiel y hundió mi vida en un profundo charco de fango.
Sabe, ella era feliz, la felicidad no se puede ocultar, de ninguna manera. Y aún así decidió echar todo por la borda.
Es la naturaleza del ser humano, destruir, destruir todo, consumir cuanto bulto de algo este a su alcance, consumirse a sí mismo, por eso mi mutilación, me canse de ver como todos se comían unos a otros, me cansé de ver la mierda en la que todos estaban sumidos.
¿No la ve doctor? ¿De verdad se tiene que estar loco para verla?
-Veo que de pronto experimentas un cuadro de odio hacia todo aquel que ose caminar a tu alrededor.
-No busque catalizadores ni culpables, doctor, no caiga en ese error. Ayúdeme a encontrar una manera de suprimir este problema, traté de hacerlo por mí mismo, pero aún con todos mis estudios me es imposible entender algo que esté fuera de las ciencias exactas.
-Ahí radica tu error, Juan, hay muchas cosas que no puedes explicar con ciencias exactas, si metes un problema siquiátrico en una máquina que soluciona problemas mecánicos y exactos, tu maquina explotara, y creo que sabes cuál es el resultado final.
La próxima vez que vea un toque de psicoanálisis hacia mí en tus respuestas, cancelaré la sesión.

14 comentarios:

Pinche Vieja dijo...

Ajuga... ajuga... sé que soy una ignorante pero oh querido Richiberto ¿qué es una ajuga?...

La puntualidad es un don de reyes. Pfff ya decía yo que estabas loco, pinchi mamón.

Te quiero :)

Rich dijo...

Es como una aguja, pero increiblemente más peligrosa, ¿Mejor la cambio verdad?
Verdaderamente dudo mucho que alguien entienda mi concepto. :P

NTQVCA dijo...

Me quede como si no hubiera terminado el cuento jefecito!

Siempre he dudado de psicoanalistas o psicologos, ¿son tan cuerdos ellos? ¿que les da capacidad, aparte de sus estudios, para saber quien si esta loco oh no? ¿acaso no de locos todos tenemos un poco?
Te mando un beso

Rich dijo...

Si, le faltó. si vieras cuanto sueño tenía anoche.
My apologies.
Un beso para ti tambien.

Unknown dijo...

Aaaghhh!!!! Nononono!!! No puede acabar así no!!!!

MauVenom dijo...

Estoy de acuedo con NTQVCA en su cuestionamiento sobre los psicólogos... tengo muchas cosas que dudar al respecto considerando que generalmente son gente bastante llena de conflictos... no estoy muy seguro que el estudio les de capacidad de ser objetivos con los demás.

Lo que sirve del psicoanálisis es escucharte a ti mismo. En todo caso que te hagan buenas preguntas, pero ellos no deberán tener respuestas.

-

Ponte a leer niña mala, cualquiera sabe lo que es una ajuga. Son peligrosísimas.

Rich dijo...

Ya decía yo, el buen MauVenom no podía dejarme abajo.
Bueno, desde mi punto de vista yo supongo que los psicólogos probablemente tengan la capacidad de ver más allá de lo evidente, como Leonó, deben ser capaces de identificar patrones de comportamiento y así, con base a centurias de investigación de la psiquis humana, obtener alguna conclusión de fiar.
Puede sonar complejo, pero no imposible.

NTQVCA dijo...

Leonó de los Thundercats?

Rich dijo...

El mesmesemo Leonó de los thundercats.

Jo dijo...

Creo que en este mundo hay dos tipos de personas: los que creen y los que no creen en el gran porqué. Los psicoanalistas creen en el gran porqué y los psicólogos no, yo que a ojos de mis hermanos muchas veces estoy deschabetada con cero tornillos, quizá no pueda aguantar, ir a tumbarme a un diván o tomarme un prozac. además sale muy caro se sale mas traumado

si sale en jalea el prozac o el valium igual lo pienso para usarlo en mis galletas...

la MaLquEridA dijo...

Uuuh¡¡¡ y yo que quería estudiar psicología.

Ahora pienso que los sicólogos no ayudan,solo sacan dinero de nuestros laberintos.


Hola¡

Rich dijo...

Hola Malquerida. =]
Bueno, yo opino que los psicos no son tan malos.
Tampoco los ptrojan. :P

Fer V dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fer V dijo...

Normalmente me gustan los finales abiertos, los finales que invitan a pensar, pero creo que me quedé igual que NTQVCA: "Me quede como si no hubiera terminado el cuento."Y en cuanto a los profesionales de la salud mental, sólo puedo apuntar que los psicólogos y los psiquiatras son completamente diferentes y que la reacción de muchos, esa tendencia a dudar de la capacidad de un profesional, no responde a una verdadera inquietud por cuestionar las bases de la ciencia (psiquiatria) o de la diciplina (psicología), responde más a la resistencia que se ofrece a la crítica: ¿este güey quién es para decirme a mi lo que tengo?

A final de cuentas la cosa es como en el último párrafo de tu relato: Ya basta, Juan, a ti es a quien estamos analizando, deja de hacerte el listo que no es a mi a quien hay que analizar, no importa si yo tengo problemas o no, no estamos aquí para eso.

Cabe además cuestionar si Juan requería de ser analizado, su problema es bien claro y uno bien fercuente y bien estudiado, aunque poco entendido: ¡Las mujeres nos vuelven locos!