20 may 2009

Crónica de los Desayunos


Crónica de los Desayunos

La mañana huele a jengibre con canela. Casi todos los días desde hace mucho tiempo, huele así. Hoy, no pude evitar recordar y me doy cuenta cómo hemos cambiado.

Al principio, ¿recuerdas? Trasnochábamos casi todos los días, y después podíamos dormir hasta las tantas. Entonces nos levantábamos y nos poníamos cualquier cosa que tapara nuestra desnudez, aunque fuera de manera superficial. Tú te ponías aquellos pantalones de algodón ligero, muy sueltos y me retabas a salir a la calle contigo sin ropa interior abajo. Tus pechos eran tan firmes, que nadie adivinaba si traías o no brassiere. Caminábamos por las calles cercanas a mi casa, buscando un puesto o un mercado que nos ofreciera algo apetecible; como ya era medio día, desayunábamos copiosamente para recuperarnos de los estragos de la mala noche, de los excesos de todo tipo. Hablábamos y nos reíamos de la cara de aburrimiento de los demás. Entonces, cuando estábamos satisfechos de comer, tú tomabas mi mano por debajo de la mesa, y la ponías en el borde del resorte del pantalón, incitándome a meterla para recordarme que sólo te cubría una breve capa de tela. Eso marcaba el fin de nuestro desayuno de antojitos y caldos, y volvíamos a la casa a hacer el amor el resto del día, hasta el anochecer, que volvíamos a repetir la rutina del día anterior. Las noches eran nuestras, y nuestros desayunos, eran el único punto de conexión con el mundo exterior.

Empezamos a vivir juntos, y tú te dedicaste a alimentarme; me sorprendías por las mañanas con recetas exóticas que encontrabas en revistas y libros de cocina; recuerdo los huevos benedictinos, la omelet de salmón, los croissant de paté. Creo que tratabas de convencernos a los dos de que eras capaz de manejar un hogar más convencional. Yo salivaba de verte cocinando, pero no sólo por el olor de tus platillos, sino también de ver tus suaves curvas moviéndose a ritmo de los cucharones. Recuerdo tu imagen sobre puesta al fuego de los flameados irreverentes, y tu pelo mal sujetado, queriendo escapar de aquella liga. Cuando me ofrecías el plato, tu piel tenía el calor de la estufa, y tus ojos buscaban mi aprobación Entre mejor hubiéramos hecho el amor la noche anterior, más te esforzabas por hechizar mis sentidos con tus desayunos a la mañana siguiente. Y yo me enamoraba de tu espíritu cada día más, y descubría la armonía perfecta que había entre tu cuerpo y las creaciones de tus manos ante el fuego.

La vida real después de la boda, te fue enseñando que debías de ampliar la distancia entre tus creaciones culinarias matutinas. Había que trabajar mucho para forjar el plan de vida que nos propusimos. Compramos una tostadora de pan. Desayunábamos apurados y juntos, tratando de hacer un resumen de cómo viviríamos la vida ese día, sabiendo que hasta la noche no volveríamos a vernos. Aprendí a cocinar huevos en variedades cotidianas, para ayudarte a ganarle tiempo a la mañana, y verte crecer desde la barra la cocina. Me excitaba profundamente observarte tomar los maquillajes con pericia. Varias veces, se quemó el desayuno, porque no podía evitar saltarte encima y llevarte con urgencia al cuarto para despedirme de tu cuerpo y de tu aroma, en un breve lapso de 7 minutos. Entonces, salíamos de casa con el estómago vacío, pero mi instinto de macho se iba satisfecho de saber que a donde quiera que fueras ese día, estarías llena de mí, llevabas mi olor y mi esencia entre tus piernas con una sonrisa suave de gata satisfecha.

Cuando nacieron los hijos, las hormonas nos jugaron una mala pasada. Recuerdo mis salidas de la casa con sensación de orfandad, con el estómago vacío; sintiéndome de más en el caos que rodeaba todo nuestro hogar, y especialmente la cocina, que se veía estéril y sucia desde el quicio de la puerta. Compraba jugos envasados para irme con algún gusto dulce en la lengua y salía a sobrevivir. Te fui infiel. Me acosté con aquella chica sin pensarlo; no recuerdo su nombre. Me desperté sobresaltado en la madrugada, pensando que no podía amanecer en ese lecho, ni quedarme a desayunar con ella. Regresé a casa y estabas despierta con la mirada vacía. Me dijiste que no querías saber nada, más que mi decisión de quedarme contigo o largarme para siempre. Te dije que te amaba.. una vez más. Las luces se apagaron y a la mañana siguiente me despertaron los alborotos de los niños y un aroma a vainilla. Tú estabas en la cocina riendo y cantando. Preparabas algo dulce y caliente que incitaba a estar cerca de ti. Te deseé más que nunca. Desayunamos entre chistes y risas de los niños con mucha azúcar. La noche de ese día fue el premio de nuestra paciencia. Hicimos el amor callados, pero con una intensidad que creíamos perdida; después de varios orgasmos, nos quedamos abrazados y lloramos hasta el amanecer. Lloramos con tristeza por el tiempo que se va, y con alegría de haber descubierto nuestros nuevos cuerpos, serenos y maduros y su capacidad de placer renovada.

Los hijos fueron creciendo y recuperamos espacios a solas. Entonces pensamos en alimentar nuestros cuerpos más sanamente. Cambiamos los huevos y las tostadas, por granos, cereales y frutas. Había una especie de comunión con la naturaleza en esos desayunos. Era más bien una especie de rendición: El tiempo seguía pasando rápido, y nos resignábamos a cambiar algunos hábitos para ganarle unos días o hasta unos meses. Volviste a tu figura delgada y larguísima de leves curvas que me impulsaba a hacer ejercicio para lucirme desnudo ante ti en las noches y me vieras lo bien que me sentaban los años. No puedo decir que al verte pensara en un buen vino, pensaba en un buen jugo cítrico, intenso, dulce y ácido al mismo tiempo, pero indispensable para mi vida. Tus néctares eran al final, los mismos desde el primer día que los probé.

La casa hace tiempo que huele a jengibre con canela. Es una mezcla de esa infusión de raíz que nos permite el médico tomar, sin azúcar, todos los días. Las galletas de canela que remojamos en el té, te gustan tostadas, por eso, cuando las metes al horno, la casa se inunda con su aroma. Te observo moverte con la naturalidad de un pez en el agua, y descubro que el techo de la cocina está algo descascarado, se ve viejo como yo. Entonces me doy cuenta de que tus movimientos también también son más pausados, pero llevan el compás de un sensual danzón. Tus manos no son suaves y lisas como solían ser, pero continúan con esa gracias natural para tomar los objetos y apropiárselos. Nos sentamos frente a frente en una pequeña mesa al lado de la estufa, y yo doblo el periódico que me ha servido de parapeto para observarte sin que me veas, aunque lo sabes. El acto de mojar las galletas en el té, me remite a una sensualidad aprendida a lo largo de los años. No se nos ocurre más que pelar una fruta y masticarla con cuidado, mientras suavizamos las arrugas de nuestras frentes, al tiempo que sonreímos cuando rememoramos el pasado. Sigo pensando que debemos de pedir ayuda para pintar el techo, pero más importante que eso... cuando terminemos de desayunar, voy a tratar de hacerte el amor.
*
El texto es de Mara Jiménez y no hay más que decir... o bueno sí, por qué no. Bienvenida.

28 comentarios:

MauVenom dijo...

Mara

Que bien que hayas aceptado mi invitación para ser la Cuentaletras del día de hoy.

Siempre te comenté que admiraba lo directo y claro de tus textos que nunca han carecido tampoco de sensibilidad y gusto.

Este es un cuento dulce y que refleja el triunfo de los años, lo cual todos de frente o veladamente deseamos. La permanencia y la alianza contínua. El confiar el alguien.

Pero hay que encontrar maneras de contarlo para no caer en el trillado camino de las letras de amor que siempre son peligrosas y difícilmente alcanzan su cometido. Lo lograste a través de los desayunos de toda una vida. Bien.

Besos
Gracias por andar aquí.

Unknown dijo...

¡Felicidades por la publicación! El tiempo transcurre etereo y penetrante como los aromas de la historia, hecho de menos el nombre de la amante, en tanto la fugacidad del encuentro hace demasiado ligera la pausa, una pausa que define el único abismo en la sobrevivencia de la relación.
Besos
Igor

Ivanius dijo...

Recordé, por esas traiciones de la memoria, una anécdota (creo que de Bernstein) cuando un director famoso fue invitado a conducir una orquesta que no lo conocía muy bien. El director, sereno a pesar de las equivocaciones (más nerviosas que inexpertas) de los músicos, intentaba una vez y otra transmitirles la sutileza de la interpretación, sin éxito. Finalmente, exasperado, sacó de su bolsillo un fino pañuelo de seda y, con un gesto imperioso, lo arrojó al aire.
Todos, sorprendidos, observaron el pañuelo flotar hasta el piso.
Entonces se escuchó la voz del director: "¿Lo ven? Pues tóquenlo así."

El concierto fue un éxito. Y este relato, Mara, también. Creo que es, junto al relato de la huida, uno de tus mejores textos. ¡Bravo!

Anónimo dijo...

Toda una vida en un par de cuartillas! Bravo señorita Salvatrucha! Y felicidades a las personas de este blog por el buen tino de invitarte a lanzarle tus letras.
Y si el niño se aventura a toda velocidad en la pendiente del parque, suelta el manubrio y le grita a su progenitora "mira mamá !sin manos!" Pues tu Mara gritanos "miren amigos !sin compu!"

MauVenom dijo...

Maraaaaaa !!!

Aquí hay unos amigos tuyos que te vienen a felicitaaaar !

ahorita viene, que les ofrezco... ¿un café?.

Mara Jiménez dijo...

MAU!!!! Estoy francamente emocionada por estar danzando en esta fiesta que hemos armado. Te agradezco sobre todo, la confianza... pero aunque sea desayuno, algo más fuertecito... ¿un vinito para brindar con todos?
GRACIAS POR LA OPRTUNIDAD MAU.
UN BESO.

Mara Jiménez dijo...

Igor: Es que a la distancia, los nombres que no trascienden se convierten en anécdotas sin tanta relevancia. Al menos para mi prota, así fue. Un beso, carnal.

Ivanius: Eso, que el tiempo y las historias, se posen suaves como pañuelos de seda... ¡qué bien me siento con tu interpretación! Gracias por venir y tanto piropo.

Alito: La vida se resume a veces tanto que más vale vivirla al 100% hoy, cada día.
¡¡¡Y SIN COMPU MI ALITOOOO!!!
A ver si no me parto la trompa... jejeje.

AnarquiStar dijo...

Mirá que... Siempre hay un olor en específico que identifica el inicio del día... Para mí, es el olor a tierra mojada... Me hace recordar las épocas felices y me hace la felicidad al iniciar el día...

Aunque eso cambió del todo cuando me casé... Mi ex se empeñaba en levantarme a las 5 de la mañana cuando yo me había dormido a la 1... Aún el olor a tierra mojada no quitaba el coraje que despertaba ese tipo de acciones en mi...

Después, el olor a tierra mojada cambió por el olor a bebé... A mi bebé... Y me cae que, ni haciendo el amor en la mañana -aparte de que te apesta el océano -me quitará ese delirio por buscar mi olor a tierra mojada...

Cheers...

Paloma Zubieta López dijo...

Tic, tac, tic, tac... es el tiempo implacable que pasa entre los desayunos y que acaba mojando las canas en el café. Hermosa reflexión sobre lo cotidiano, que nos incita a fijarnos en los pequeños detalles que arman la vida... Gracias mil, Mara, por este pedazo de paraíso y celebro su publicación en este espacio.

marichuy dijo...

Mau

Qué linda historia de amor; cocinada al tenor de los aromas del tiempo.

Casi como para creer en el amor "para toda la vida"

Felicidades a la autora y gracias a ti por compartirla

Besistos con sabor a canela (mi aroma favorito, pero en velas)

NTQVCA dijo...

Mana:
Que gusto que andes por cuentaletras.

La historia buenisima como muchas otras que te he leido.
El amor más que el deseo es lo que ayuda a esta permanencia.
Saludos con olor a vainilla.

MauVenom dijo...

Bueno es que como era temprano por eso ofrecí café pero para ahorita ya tenemos vino tinto y blanco, tequila, ron, cerveza... qué más... ah claro y queso y pan y aceitunas con anchoas y patés varios.

Mar, el SudoesteMan te dejó un mensaje ahí en mi oficina... pase usted a contestarle con confianza a él y a los que le plazca.

MauVenom dijo...

Mari

que bueno que te gustó mi selección de invitado

yo amor el olor a gardenia aunque me digan que huelen a panteón.. y claro el olor a café!

Mara leerá tu felicitación.

Besos.

Rich dijo...

Nunca te había leído, me gustó tu relato.
Tocaste más de una fibra sensible.
Saludos, Mara.

Mara Jiménez dijo...

Alkimista: Eso pensé, que cada cual podría hacer su propia crónica de desayunos, donde puede resumirse la vida. Te deseo que encuentres el olor a tierra mojada, a lo mejor te sorprende escondido en el cabello de alguien.

Palomita: Gracias por estar siempre presente, y leerme desde el corazón. Un beso comadre.

Maruchi: e bueno que te gustó y a nombre mio y de Mau te ahgo profunda reverencia al ritmo de "thanks".

NTQVCA: NO sé mana, si el amor permanezca, pero hay que aprender a leerlo conforme va cambiando, al menos eso creo... y espero no equivocarme. Gracias por el espacio.

Mau: Eres un anfitrión fuera de serie... voy pa lla a ver lo que me dice sudoeste man. Más besos.

Rich: ¡Que bueno qu te movió! Ojalá nos sigamos leyendo. Ya sabes donde ando.

Jo dijo...

Mara vengo llegando apenas pero creo que me uno a la algarabia... con todo y canela , y jengibre nos haz contagiado ... estos momentos tan dulces, el acto de meternos hasta dentro de la cocina imaginandolo todo, menos mal que no te lei en la mañana aunque lamento haberme perdido parte del dia, porque me hubiera quedado babeando en la pantalla...

Bienvenida



Qu

Mara Jiménez dijo...

Gracias por la hospitalidad Jolie, por compartir esta receta simple de vida. ¿No te da la impresión de que cuando uno escribe, dejas entrar a todos "hasta la cocina" de tu intimidad? Jejeje. Un beso y gracias.

Pelusa dijo...

Mara, una vez mas quedo impresionada...
Tengo un poco de ternura y de tristeza y un mucho de erotismo rondandome ahora mismo. ¿A que huelen mis desayunos? -y miro de reojo la raiz de gengibre que tengo sobre el marmol de la cocina... Mañana, sin duda, olera a gengibre y canela!
¿Como consigues meterte hasta mi cocina con tus letras?
Besos y mas besos!!!!!

Mara Jiménez dijo...

Pelusita: brindo con la infusión por tu felicidad y también por tus letras, que igual me inundan tantas veces. Más besooooosss, jejeje.

Mafalda dijo...

...

¡Vaya pues!

¿Será que la leche cortada y las enchiladas de mole, carguen el peso de la cotidianidad y de la catarsis en un matrimonio?
Mmmm, no lo sé.

El texto es romántico, incluso, en el momento de la reconciliación (que por cierto, perdón pero me sonó de otra época. Las pasiones humanas son desgarradoras y, en estos tiempos, no logro imaginarme una mujer perdonando de esa forma tan fácil. Tal vez a mi abuela o bisabuela, pero bueno...), te decía, que me ganó el sentimiento en el momento de la reconciliación y el "análisis culinario" del personaje masculino.

Crónica de los desayunos humanos...día a día, mes tras mes, año tras año...sin hijos...con hijos...Ufff, no me los logro imaginar así, y mucho menos en la mente masculina...


Es quimérica la historia. Vuelvo a pedir perdón pero, me gusta la realidad...aunque sea dolorosa.

Auchhh...perdón si me mire acidita...

Saludetes y espero más narraciones tuyas Mara, tu capacidad narrativa se denota buena.

Mafalda

Unknown dijo...

Dicen que cuando uno contempla la hermosura es mejor quedarse bien calladito ( así que cierro la boca ya.)………………………………………

Mara Jiménez dijo...

Mafalda: Esta es solo la historia de un amor, de dos vidas, no todos los amores. No sé si alguien perdone así, pero al cabo es ficción, y si él lo pensaba hoy, cuando ya es viejo, quizás si es de antaño. No me lo dijo... se le pasó ese detalle.
La cotidianidad nos traga a veces, y es difícil luchar conta ella, pero hay días en que agradeces que exista, con el alma.
Gracias por leerme y eres invitada permanente a mi blog.

Mara Jiménez dijo...

tnf25: :") ¡Ya me sonrojé!

Karlyle dijo...

Pfff... Me encantó tu texto, me hizo pensar en los recuerdos, así, en los recuerdos. En cómo van cambiando y se adecúan siempre al presente. Seguramente si ella no lo hubiera perdonado recordaría con nostalgia triste o con coraje esos desayunos, pero ya anciano y "pleno" piensa en los orgasmos y los olores deliciosos.

¿Cómo lo recordará ella?

LicCARPILAGO dijo...

¡Caramba! que buenas letras... como siempre mi estimada Mara.

la inevitable rutina con una sublime evolución con simas carnales y cimas amorosas, como la montaña rusa de la vida.

nuevamente clap, clap, clap.

también por aquí ando.

Isabel Bazán dijo...

Amiga ya lo lei.
Gracias por recordaeme que lo hiciera.
Gracias por escribirlo

Mara Jiménez dijo...

Karlis: Excelente propuesta de ejercicio... escribir desde el otro lado del espejo a ver si las historias se parecen o son diametralmente opuestas... no se me había ocurrido... gracias por pasar por acá. Un abrazo.

Mi Lic. Usté siempre me saca los colores, ya le dejé recadito en mi bló.

Isa: Te quiero amiga... gracias a ti, por estar y ser siempre frontal y entera.

El tanguero clandestino dijo...

Por favor que relato mas bonito, intenso, profundo, pausado, bien temperado, suave en ocasiones y amargo en otras. Bravo Mara! Me ha encantado de principio a fin!