A poca gente en la historia le ha importado un soberano pepino aquello de la fecha de caducidad como a los Leopardos Humanos.
Los Leopardos Humanos era una sociedad secreta de Sierra Leona que cuando fueron descubiertos en 1896 tenían más de veinte años practicando el canibalismo. Considerando que la fecha de caducidad es el “plazo límite a partir del cual un alimento no debe ingerirse”, se deduce que los Leopardos Humanos nunca dejaron que se diera ese “plazo límite”, ya que si algo invita el canibalismo es al consumo de perecederos lo antes posible, sobre todo cuando el alimento es de gran tamaño, grita, pide auxilio y patalea nerviosamente.
Algo de notar es que ninguno de los Leopardos Humanos murió de botulismo, una de las principales consecuencias de faltarle el respeto a la fecha de caducidad en los alimentos (además de que sigue siendo difícil encontrar humanos en latas de conserva).
Esta especie de hermandad era un muy discreto grupo (por eso duraron tanto) que gustaba de un barbecue humano los sábados por la noche mientras veían juntos su programa favorito: ¡Jirafas Calientes! Sus víctimas siempre eran frescas, por lo general cazadores regordetes con shortcitos apretados recién sacados de la selva, sin ningún tipo de conservadores que eran almorzados al momento. Pero al gobierno Sierraleonés no le gustó que cientos de personas desaparecieran así nomás, y que el precio de la cebolla, el pimiento y el jitomate se fuera por los cielos (las brochetas eran las favoritas de los Leopardos Humanos), por lo que los atraparon y los enjuiciaron. Conclusión: la horca para todos.
El hecho de comerse a alguien tiene un principio ancestral, donde lo mágico se hace presente: Te conviertes en lo que comes. Si te comes el león, te conviertes en león. Nuestros aztecas también evitaron la fecha de caducidad: la carne de los sacrificios humanos se cocinaba con maíz en un caldo, que se llamaba Tlacatlaolli y se vendía hasta en los mercados. Adán y Eva cometieron el pecado de comerse la manzana, que no era otra cosa mas que el cuerpo de Dios, evitando así la caducidad de vivir en un reino aburrido.
En su libro “La Cocina del Caníbal”, del escritor, diseñador, cineasta e ilustrador francés Roland Topor (1938-1997), tiene la siguiente receta antropófaga:
“Mamá al Orange:
Bese a su mamá en las dos mejillas y luego córtela en dos; échale en agua hirviendo; quítele la cabeza que sonríe, la columna vertebral y todos los huesos que pueda. Prepare unas papas cocidas junto con rodajas de naranja y colóquelas en una ensaladera. Mézclelas con pequeños cachitos de su mamá, y alíñelo todo con aceite de oliva en el momento de servir. No se olvide de poner unas rosas blancas debajo del plato: Protegerán el mantel y a mamá le gustaban tanto”.
Hace mucho recorté de un periódico el testimonio de un argentino:
“Lo que yo por mi parte conozco, son tres maneras de comerse a un hombre. Se puede partir en seis pedazos a la persona: cabeza, tronco, brazos, pelvis, muslos, piernas, incluyendo, claro está, manos y pies. Sé que hay personas que parten a la persona en ocho pedazos, ya que les gusta sacar también las rodillas, el hueso redondo de las rodillas, recubierto con la única porción de carne roja que tiene el ser humano. La otra forma que conozco es comerse a la persona entera, así no más, a mordiscos lentos”:
¡Gran manera de evadir la fecha de caducidad!
3 jun 2009
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5 comentarios:
Genial modo de evitar la caducidad coincido contigo, además de agradecer la receta y los tips de corte!
A mi me gustó la receta de la mamá...ay no es cierto, la verdad lo leo y siento re feo, hasta me da como ansiedad tu post.
Supongo era la intención
Uy¡ no le enseñará a Muny esta receta,
capaz que me cena hoy,
no,no,no,jamás
horror¡
está buenísimo el escrito!
Rules
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