Paranoia, will destroy you
Jamiroquai
—Se lo digo en serio, oficial, yo no soy cómplice...
—Pero qué terco eres. Ya vimos la grabación y se ve claramente que pasas en tu coche cuatro veces antes del asalto, de seguro para revisar que no hubiera vigilancia.
—Sí, sí es mi coche...
—Pues claro que es tu coche, pendejo. A poco me vas a salir con la pendejada que sí es tu carro pero que te lo robaron y que con ése asaltaron la tienda.
—No se burle, oficial.
—Me burlo cuando quiera y de quien quiera, pendejo.
—Lo que quiero decir es que sí es mi coche, sí soy yo manejando, pero yo no robé el Oxxo, de verdad.
El Gordo, el oficial de policía que detuvo a Gonzalo tras el asalto al Oxxo, le arroja el resto de su café al detenido en la cara. Gonzalo, bastante asustado, llora de rabia.
—Ya, cabrón, admite que tú y tus pinches amigos asaltaron el Oxxo.
—Que no... que yo no lo hice, yo no sé quién chingados asaltó el Oxxo, yo sólo iba a llegar a comprar unos cigarros y unas cervezas... chingado.
—Aquí no vengas a decir “chingado”, porque te lleva la chingada... y, con una chingada, ¡Confiesa, hijo de la chingada!— la voz del Gordo resonó en aquél cuarto especial para detenidos, que no era más que un cuarto con una mesa, dos sillas, un bote de basura (sin nada dentro) rodeado de basura.
Gonzalo no hace más que pensar en que en este momento estaría escuchando música y tomando cervezas con Mariana, una amiga con la que se quedó de ver en su departamento para poner música. Pero sólo piensa, porque la cita era a las 8:30 de la noche. Ya son las 11:00.
—De verdad, oficial, yo sí pasé cuatro veces por el Oxxo, pero cuando me decidí a entrar, salió el cajero a decir que los habían asaltado y de repente llegó la policía.
—Ahora me vas a salir con estuviste en el lugar equivocado a la hora equivocada.
—Sí, mi oficial.
—A ver, mi recabrón, explícame por qué chingados pasaste cuatro veces por el Oxxo sin entrar.
—Es que le tengo miedo a los Oxxos... y no nomás a los Oxxos, también a los Sevens, a los Jotaves y a todas las tiendas como esas.
—Y cómo chingados es que le tienes miedo a los Oxxos, explícame eso que de verdad no me queda claro.
—Es que hace años iba entrando a uno cuando lo estaban asaltando, y pues que me agarran y me asaltan a mí también. Desde entonces no me gusta ir a esas tiendas. Las primeras tres veces no me animé a entrar porque había gente sospechosa, gente que pudiera asaltar la tienda... o a mí. Esa es la razón, oficial.
El Gordo se le queda viendo con una sonrisa, incrédula, a Gonzalo. Gonzalo piensa que ya se ganó al obeso oficial y que pronto saldrá y le llamará a Mariana para explicarle todo. Pero el Gordo interrumpe:
—Ni madres pendejo, a poco crees que me voy a creer tu pinche cuento. Aquí te quedas. Y más vale que me pases los nombres y domicilios de tus amigos, porque esto va para largo— el Gordo toma de los cabellos a Gonzalo y lo saca del “cuarto de interrogación”.
Lo trasladan a una celda en donde hay más detenidos. Gonzalo se sienta en el piso. Piensa que debió de llegar desde la primera vez al Oxxo. También piensa que lo más prudente habría sido evitar los Oxxos y comprar las cervezas en la tienda de la esquina. Pero también piensa que en esas tiendas las ratas orinan sobre las latas. Y que no invitó a Mariana a un bar porque los meseros no se lavan las manos y escupen dentro de las cervezas. Piensa que lo mejor es estar encerrado en la cárcel alejado de todas esas situaciones, aunque luego ve a uno de sus compañeros de celda... quien tal vez es un violador.
Jamiroquai
—Se lo digo en serio, oficial, yo no soy cómplice...
—Pero qué terco eres. Ya vimos la grabación y se ve claramente que pasas en tu coche cuatro veces antes del asalto, de seguro para revisar que no hubiera vigilancia.
—Sí, sí es mi coche...
—Pues claro que es tu coche, pendejo. A poco me vas a salir con la pendejada que sí es tu carro pero que te lo robaron y que con ése asaltaron la tienda.
—No se burle, oficial.
—Me burlo cuando quiera y de quien quiera, pendejo.
—Lo que quiero decir es que sí es mi coche, sí soy yo manejando, pero yo no robé el Oxxo, de verdad.
El Gordo, el oficial de policía que detuvo a Gonzalo tras el asalto al Oxxo, le arroja el resto de su café al detenido en la cara. Gonzalo, bastante asustado, llora de rabia.
—Ya, cabrón, admite que tú y tus pinches amigos asaltaron el Oxxo.
—Que no... que yo no lo hice, yo no sé quién chingados asaltó el Oxxo, yo sólo iba a llegar a comprar unos cigarros y unas cervezas... chingado.
—Aquí no vengas a decir “chingado”, porque te lleva la chingada... y, con una chingada, ¡Confiesa, hijo de la chingada!— la voz del Gordo resonó en aquél cuarto especial para detenidos, que no era más que un cuarto con una mesa, dos sillas, un bote de basura (sin nada dentro) rodeado de basura.
Gonzalo no hace más que pensar en que en este momento estaría escuchando música y tomando cervezas con Mariana, una amiga con la que se quedó de ver en su departamento para poner música. Pero sólo piensa, porque la cita era a las 8:30 de la noche. Ya son las 11:00.
—De verdad, oficial, yo sí pasé cuatro veces por el Oxxo, pero cuando me decidí a entrar, salió el cajero a decir que los habían asaltado y de repente llegó la policía.
—Ahora me vas a salir con estuviste en el lugar equivocado a la hora equivocada.
—Sí, mi oficial.
—A ver, mi recabrón, explícame por qué chingados pasaste cuatro veces por el Oxxo sin entrar.
—Es que le tengo miedo a los Oxxos... y no nomás a los Oxxos, también a los Sevens, a los Jotaves y a todas las tiendas como esas.
—Y cómo chingados es que le tienes miedo a los Oxxos, explícame eso que de verdad no me queda claro.
—Es que hace años iba entrando a uno cuando lo estaban asaltando, y pues que me agarran y me asaltan a mí también. Desde entonces no me gusta ir a esas tiendas. Las primeras tres veces no me animé a entrar porque había gente sospechosa, gente que pudiera asaltar la tienda... o a mí. Esa es la razón, oficial.
El Gordo se le queda viendo con una sonrisa, incrédula, a Gonzalo. Gonzalo piensa que ya se ganó al obeso oficial y que pronto saldrá y le llamará a Mariana para explicarle todo. Pero el Gordo interrumpe:
—Ni madres pendejo, a poco crees que me voy a creer tu pinche cuento. Aquí te quedas. Y más vale que me pases los nombres y domicilios de tus amigos, porque esto va para largo— el Gordo toma de los cabellos a Gonzalo y lo saca del “cuarto de interrogación”.
Lo trasladan a una celda en donde hay más detenidos. Gonzalo se sienta en el piso. Piensa que debió de llegar desde la primera vez al Oxxo. También piensa que lo más prudente habría sido evitar los Oxxos y comprar las cervezas en la tienda de la esquina. Pero también piensa que en esas tiendas las ratas orinan sobre las latas. Y que no invitó a Mariana a un bar porque los meseros no se lavan las manos y escupen dentro de las cervezas. Piensa que lo mejor es estar encerrado en la cárcel alejado de todas esas situaciones, aunque luego ve a uno de sus compañeros de celda... quien tal vez es un violador.
9 comentarios:
Odio a los pinches policiaaaaaaaas!!! porgo enfasis en ODIO a los putos policiaaas
Mirá que...
Me atrapaste en la paranoia...
Excelente Director...
Cheers...
muy buena historia
como existe hasta gente que se freakea por los oxxos
Pobre cuate!, por algo no queria ir a los oxxos.
Todo esto de la paranoia, y una pelicula que vi ayer que se llama presagio me hizo acordarme de la ley de atracción...presiento que mucha gente seguira leyendonos Direc!
Y por aquí hay muchos oxxos y si, siempre los asaltan.
Pobre debía haber entrado a la primera, pero como el hubiera no existe,ya se fregó!.
Saludos.
en un oxxo es suficiente que quepan tantos demonios?
¡Me gustó tu relato!
¡Bien hecho compita!
Ehm... bueno, no tengo más que decir. Saludos.
ah que pinche vida :S...
HAce mucho tiempo dejó de llamarse BIG BROTHER.
Ahora simplemente se llama OXXO!
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