Sin razones

Yo era casi incontrolable, buscando siempre la forma de probar algo nuevo y con eso de llevar a límite lo establecido en nuetra familia. Ni mi abuela que era la única persona a la cual yo tenía en un lugar importante en mi vida tuvo los argumentos para mi calma. Sin embargo, lo recuerdo bien, había una persona con la cual yo me convertía en el joven ideal maravilloso que habría deseado cualquier familia moralina y cuadrada como esa.

Mi tía F.

Hermana de mi abuela, la mayor de toda su familia, nunca se casó y me hacía gracia que a su avanzada edad cuando alguien en la calle le decía “señora” ella los corregía; “señorita”, pero no había sorna de mi parte, al contrario. Esa mujer tan arreglada y oliendo a perfumes caros supo lo que fue pasar de la prosperidad a la carencia y sin dejarse amedrentar por su condición de joven soltera en los años 40 se consiguió un trabajo decente con el que sacó adelante a casi a toda su familia, ella sola. Admirable. Así es que el día de la madre recibía más regalos que cualquiera, ella que había atendido las enfermedades de varios, pagados las carreras de otros, concluido las deudas de tantos y mantenido dignamente a su madre (mi bisabuela) hasta que ésta murió.

Mi círculo familiar directo nunca necesitó de su ayuda, sin embargo yo la veía y respetaba como la gran matriarca y me encantaba ir a su casa cuando niño porque me consentía y era sumamente cariñosa. Ella era la única persona de la cual mi abuela se podía poner un poco celosa pero lo obviaba porque se trataba no sólo de su hermana sino su mejor amiga y compañera eterna.

Así fue que la quise de una manera especial toda mi vida incluso de adolescente, días en los que mi fiereza mermaba cuando yo la visitaba y se sentaba conmigo a platicar agradablemente. A veces organizaba elaboradas comidas con invitados solo para recibirme a mí. Nunca entendí porque me quería tanto pero era indudablemente correspondida.

Cuando crecí trabajaba yo como un loco y por eso y otras razones prácticamente no veía a nadie de mi familia, estaba separado de todos, incluso de mis padres y quizá de vez en cuando visitaba yo a mi abuela quien siempre me tenía saludos de parte de mi querida tía. No hubo un cumpleaños, un santo, una sola ocasion especial en que mi tia F no me hablara con gran cariño.

Un día, debo haber tenido como 21 años, me invitó a comer y estuve posponiendo esa cita por meses, finalmente me organicé para cumplir con el compromiso y recuerdo que le compré de regalo una osa de peluche muy grande que abrazaba un osito pequeño, cuando se la di se la mostró a mi abuela y le dijo “mira lo que me trajo M, somos él y yo”. Pasé una tarde encantadora devorando mis platillos favoritos y brindando con mi tía que me había hecho una comida espectacular. Recuerdo con risa que en algún momento les dijo a mi madre y a mi abuela (su hermana y sobrina), “ a ustedes las invité porque son sus parientes pero la comida es para festejarlo a él”, ella no se medía cuando quería decir algo.

Mujer encantadora y generosa, tenía un caracter fuerte e indomable y varios en la familia le tenia miedo. Pero para mí era diferente. Única.

Ese día de la comida cuando me despedí de ella me reclamó que jamás la iba a ver y nunca le hablaba por teléfono, le contesté que estaba ocupadísimo por el trabajo pero que siempre la tenía en mi corazón y que no me faltaban ganas de hablarle. Ell replicó, no lo olvido, “A mí no me engañes, el que quiere encuentra el momento, no me salgas con pretextos, Obras son amores y no buenas razones”.

Nunca nadie más me ha vuelto a mencionar ese dicho pero me bastó esa vez pues aprendí inmediatamente su mensaje, no hay que te detenga cuando el sentimiento real se sabe interponer a los obstáculos de las vidas comunes.

Traté después de eso de que al menos de vez en cuando hubieran hechos que le demostraran lo mucho que me importaba y evitar que me volviera a decir eso. Mil cosas pasaron en esos años y fui y vine pero me mantuve en comunicación. La visité cuando pude y le hablé.

Mi abuela, la persona que más he querido en el mundo, murió pocos dias antes del cumpleaños de mi tía, todos sabíamos que ese era también el final para ella pues era su mejor amiga en la vida la que se había ido. Mi tía F se convirtió en un fantastma desconocido ese último año en el que apenas hablaba, pero seguí cerca de ella en la medida de lo posible dada mi revuelta vida y las circunstancias de una familia que se terminaba de desmoronar de manera espectacular.

Un año después de la muerte de mi abuela, justamente el día de su cumpleaños mi tía murió. Ese día cuando llegué a su casa para felicitarla una de sus hermanas menores me abrió la puerta y me hizo saber el hecho. No pude hablar ni tuve que decir y me dispuse a salir de la casa, entonces aquella otra tía, la que me había recibido me tomó la mano y me dijo “gracias por quererla tanto”.

Es decir tía F, que si los demás se dieron cuenta de que te quise de esa forma significa que aún dentro del torbellino de mi juventud algo hice bien para que sintieras como valoré tu presencia en mi vida. En todos los miembros de esa numerosa y hoy inexistente familia dejaste algo de tí y quiero creer que de igual forma habrás notado lo que hiciste conmigo, me enseñaste a no dejar que ninguna razón tomara el lugar de las acciones que demuestran el valor del amor y la permanencia; la voluntad.

Querida tía F, te extraño. Salúdame a mi abuela si la ves y dile por favor que el día en que se fueron tú y ella se empezaron a ir todos mis amigos. Nunca imaginamos que la soledad iba a llegar tan pronto, ¿verdad?.

Algún día.